A José Julián Martí Pérez.
Hemos llegado aquí,
al destierro de razón y tolerancia
donde cada palabra es proyectil
embriaguez, alucinaciones
donde el viento es pasado
el futuro
un torbellino de botellas también alucinantes, turbias.
La última copa roza mi garganta
después
se largan los espasmos de una voz que imaginé viva,
lacerante en cada letra
única en intención.
Ahora, traduzco la noche en Patria
y acato las dos como abrigo
por si sobra libertad
o esclavos que la mientan al menos una vez.
Esta noche invariable (mente?) nos pertenece
a usted
por los recuerdos de una gran nación
a mí
por no ver el exilio
como promesa de felicidad.
Hermano, ¿qué somos?
¿una nube, un índice, un himno,
la virtud de lo humano e imperecedero?
Hemos llegado aquí
porque lo deseó el
tiempo, la memoria
somos parte del verbo que no actúa
de un ejército harapiento
de las manos que envilecen esta tierra
tan mía como suya.
Si saludo el amanecer, la moral
o la intensidad de este poema
es por la sangre que hierve en el tintero
la botella que anoche
embriagó conceptos, dudas;
antecedentes de la penúltima batalla
que de librarla con las armas
usted, habría conquistado el mundo.
Hermano, hemos llegado aquí
para nosotros, toda esperanza.
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